martes

Solidaridad de género

“No te pongas así, hermano, tú sabes que todas las mujeres son iguales”, replicó el hombre acercándose el micrófono a la boca con una mano mientras que con la otra sacudía el pelo del poncho plástico dándole golpecitos por debajo. “Son como las bestias, hay que tratarlas duro desde el principio, mostrarles quién es el que manda de entrada y… ¡Ay! Cuidado, mamita”, se quejó a la peluquera por un tirón inesperado. “Un día”, continuó, “me salió una de San Jacinto: rica, te cuento, unas tetas ¡y un culo! Y, además, ¡virgen!… Le metí una que me salió a deber, con eso te digo todo… ¡Aggrrr! Oiga, ¡¿qué le pasa?!”, gritó mandándose la mano a la oreja y dejando caer el teléfono al suelo. “Tranquilícese, señor, no es nada”, respondió la joven levantando las tijeras a la altura de la cara mientras daba dos vueltas a la llave en la cerradura. “La primera vez duele y sangra un poquito, pero después se acostumbra y ya verá que le va a gustar.”

Escrito en el marco del taller virtual de microcuento de humor "Hazme reír, por favor"  en la Escuela de Fantasía (http://www.escueladefantasia.com)

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