Su
madre se irguió como pudo en la cama toda blanca del hospital. Cogió el vaso
que su hijo le ofrecía y bebió de él.
“Pruébalo”, le dijo, “no sabe tan mal”, él lo rechazo con una mueca y lo
devolvió a la mesa de donde lo había agarrado. Ella le tomó una mano entre las
suyas y la acarició como si con esa leve fricción amasara las palabras que se
disponía a pronunciar. “Hijo mío”, empezó, “hace muchos años, cuando llegué a
este país…” Él sabía que el tiempo se agotaba y que, en adelante, todo lo que
ella dijera podría marcar su vida para siempre. Escuchó atento el principio de
una historia conocida, relatada una y otra vez en fragmentos que más por
costumbre que por lógica encajaban en una biografía familiar. “… me sentía sola
y sin fuerzas para seguir…” Ella nunca se había quejado de nada, hasta el punto
que su estoicismo en lugar de aumentar parecía quitarle el mérito a sus muchos
logros. “… el padre Francisco fue el único que me dio una mano…” Una fuerte tos
la interrumpió. Con un gesto le pidió a su hijo que le alcanzara un pañuelo
pero la caja se había caído detrás de la cama. Él introdujo el brazo por entre
la reja de la cabecera para sacarla pero ésta se atascó entre los barrotes. “No
Cabe”, dijo él pero la tos no permitió que ella lo escuchara. Intentó en vano mover
un poco la cama, temiendo que algo se desconectara; dio vueltas a la caja pero
parecía imposible que se hubiera caído por ese hueco en primer lugar. “Así”,
dijo la madre cuando la tos le hubo dado tregua y con experta pericia sacó la
caja y de ella un par de pañuelos entre los que escupió una flema marrón que se
apresuró a ocultar. “… Fui una tonta,
quizá, pero confié…” Entre la tos y los pañuelos, él ya había perdido el hilo
del relato. Su madre volvió a tomarle la
mano “… Yo sabía que él tenía una misión
más importante ante Dios y que no podría ocuparse de nosotros. Pero con tu
llegada ya no necesité de nadie más para salir adelante…” Como si su tacto lo
quemara, él soltó la mano de su madre, quien lo miraba con una mezcla de alivio
y expectativa, tomó el vaso con el suero y se lo bebió todo de un solo trago.
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