jueves

Próxima estación


“¿Estás sola?”, escuchó que alguien preguntaba al subirse al vagón. Ella dudo por un instante antes de levantar los ojos de su libro y al intentar hacerlo se encontró a su derecha con una sonrisa desmesurada que la hizo desistir. “¿Hace cuanto tiempo que no haces el amor?” lanzó de nuevo el jovenzuelo, mucho más alto que ella, sin dejar de mostrar la dentadura perfectamente alineada. Ella regresó al libro, evitando la pregunta, quizá buscando una respuesta. “¿Que hace cuánto que no follas, vamos?”. Nadie a su alrededor parecía escandalizarse con la pregunta, es más, era como si no la hubieran escuchado y, sin embargo, cada una de sus sílabas resonaba aún en su cabeza. “¿Cuánto ha que nadie te aprieta el culo con las dos manos mientras te muerde los lóbulos de las orejas y te dice que te quiere al oído?” Un escalofrío descendió por su espalda y fue a posarse en su entrepierna, haciéndola apretar los muslos y taparse el pecho con el libro abierto. La siguiente estación se anunciaba por el altavoz, la gente empezaba ya a acomodarse, dando paso a los que salían. “¿Hace cuanto que no sientes el embate de otro cuerpo entre tus piernas? ¿Cuándo fue la última vez que caíste rendida sobre el pecho de un hombre y sentiste su corazón batir junto al tuyo en un abrazo húmedo que hubieras deseado que nunca acabara?” La luces de la estación desfilaron veloces primero, más lentas después hasta que el tren se detuvo completamente. “¿Quieres que te muestre esta noche las galerías profundas por las que transita el tiempo del deseo?” Ella veía alarmada cómo la puerta se abría dándole un ultimátum a su respuesta cuando sintió un empujón a sus espaldas que le hizo soltar el libro y por poco la saca del vagón. Una vez hubo recuperado el equilibrio vio la puerta cerrarse y del otro lado una pareja besándose apasionada en medio del andén.  

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