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Unos
días antes no lo hubiera creído. “… tres deseos”, escuchó una voz que le decía
envuelta en el vaho maloliente que salía de la botella. Un solo deseo hubiera
sido suficiente, dos eran un lujo; tres, una condena. Miró a su alrededor, la
pampa enorme se perdía a lo lejos en los picos nevados, gigantes dormidos
cuidando los límites entre el cielo y la tierra. El único ser viviente a la
vista era su caballo, sobre cuyo lomo traía todas sus pertenencias. Humilde
como era y cansado ya de andar, pidió una casa, ni muy grande ni muy chica,
rodeada de árboles y arbustos de frutas silvestres. Pidió que por el frente
pasara un río en el que pudieran venir a beber los animales y en el que él
pudiera bañarse en las tardes cuando hacía algo de calor. Se llevó la mano al
mentón y mirando al suelo pensó un instante en su segundo deseo. “Quiero un globo…
un globo aerostático desde el cual poder ver el mundo y su gente cada vez que
me sienta solo”, dijo al fin y al levantar la mirada descubrió que lo que tenía
en frente no era un sino una genio. ¡Y qué genio! Cara de ángel, cuerpo de
demonio, su mirada parecía absolver de antemano los pecados que su cuerpo
desnudo incitaba. Sin dudarlo, exclamó: “Quiero pasar el resto de mi vida
contigo, ¡tú eres mi deseo!”. La genio retuvo una carcajada y a cambio le
ofreció una sonrisa condescendiente. “No es posible que venga contigo, ¿acaso
no lo ves? Soy prisionera de esta botella y sólo el deseo de un alma noble
puede darme la libertad”. La genio le explicó que desear vivir con ella no era
suficiente. Su deseo debía ser completamente desinteresado y sin condiciones.
Además, nadie podía garantizar que una vez en libertad ella quisiera vivir con
él. El hombre se pasó los dedos por el mentón nuevamente, esta vez sin apartar
la mirada de la genio que esperaba su respuesta con los brazos en jarra. Unos
días atrás, él no lo hubiera creído si alguien le decía que los genios
existían, mucho menos del tipo que otorga tres deseos. Ahora, viendo su reflejo
deformado en las paredes de su prisión de cristal, duda que realmente existan
almas nobles y desinteresadas en el mundo.
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