viernes

Le Signe


Una vez más un sentimiento de urgencia le abrió los ojos. Su primera reacción era siempre salir de la cama y apuntar sus sueños en un diario, una especie de llamado al orden de sus ideas que, sin embargo, se revelaban poco dóciles y partían jugando al escondite por los recodos de su inconsciente. Pero no aquel día. Libreta en mano descubrió atónito que las letras impresas negro sobre blanco de su puño y letra eran absolutamente ilegibles. Podía reconocer signos individuales y pronunciar para cada uno su sonido, pero en su conjunto eran una simple sucesión de marcas en un papel. Algo se dijo a sí mismo pero nada pudo entender de ello, la voz en su cabeza hablaba un idioma que no era el suyo. Fue hasta su biblioteca y sólo pudo reconocer los libros por su carátula. Hojeó un par y comprobó que ni siquiera los números de las páginas parecían tener un sentido para él. Miró el reloj y comprendió que era tarde pero no supo que tanto. Buscó el teléfono y hundió unos cuantos botones al azar. Del otro lado de la línea una voz femenina balbuceó un largo discurso ininteligible que él se apresuró a cortar con un clamor que tampoco decía nada a sus propios oídos.

Sacó la cabeza por la ventana y con los ojos cerrados respiró profundo el aire frío de la mañana. Al abrirlos comprobó que afuera nada había cambiado: la calle era la misma, con los autos que iban y venían por la calzada, los árboles ya sin hojas que cascabeleaban con el viento, dos mujeres con las bolsas de la compra discutiendo en una esquina, un autobús que se detiene a pocos metros de una iglesia y deja subir un par de chiquillos mientras sus madres los despiden con la mano, un hombre envuelto en una gabardina negra sosteniendo un periódico bajo un brazo y algo parecido a un perro bajo el otro. En lo alto de un edificio, junto a la cara de una joven de sonrisa brillante pudo leer en letras rojas la palabra COLGATE. Hizo un esfuerzo para ver lo que decía más abajo pero nada tenía sentido. Siguió mirando alrededor y pudo reconocer otras palabras: UPS, Ford, Kraft, Starbucks, Reebok; en su apartamento leyó Kleenex, Johnson & Johnson, Crest, Listerine, Gillette; Parmalat, Hellmans, Teflon, Kellogg’s, Folger’s...

Se vistió y salió a la calle. En las escaleras se topo con una vecina que sonriendo pronunció lo que era sin duda un saludo, a lo cual él sólo atinó a responder ¡Adidas!, leyendo la inscripción que le atravesaba el pecho, y siguió adelante sin esperar respuesta. Corrió un par de cuadras hasta una calle más concurrida. Allí encontró en lo alto todo un texto desplegándose ante sus ojos, siglas, apellidos, anagramas, palabras sueltas que sólo adquirían sentido para él por la iconografía de su forma, sus colores y su tipografía: Coca-Cola, Bacardi, México!, Mercury, Nike, Victoria’s Secret, Viagra... Vistos simultáneamente, en un plano sin tiempo, todos estos símbolos parecían deletrear la palabra DESEO. Al bajar la vista vio los rostros afectados de los pasantes, una mujer que busca envases en la basura, dos hombres recostados contra un muro compartiendo una botella envuelta en papel, una prostituta con el torso cubierto por un abrigo de piel y las piernas desnudas hasta el principio de las nalgas, un viejo empujando descalzo un carrito de mercado, un joven de lentes oscuros ofreciendo drogas desde el umbral de un edificio abandonado. Aturdido, no lograba emparentar las imágenes y los signos, todo a su alrededor se convertía en alegoría. 

Al otro lado de la calle reconoció un callejón que se abría a un parque. Corrió hacia allí y al salir del otro lado se perdió entre el laberinto que dibujaban los troncos de los árboles. Al ver la decadencia del otoño entrado en invierno un antiguo recuerdo lo hizo pensar en campos sembrados de muertos; en mujeres cargando sus hijos a través del desierto; en los soldados que temen a los niños; en las embarcaciones de goma que se pierden boca abajo en el mar; en las tumbas profanadas por obreros sin madre ni tierra y en muchos otros. Se sentó en un banco y al meter las manos en los bolsillos encontró una fotografía en la que reconoció su rostro junto al de una mujer que alguna vez conoció. Al darle la vuelta puedo leer en el reverso sus dos nombres y una fecha. Una vez más un sentimiento de urgencia le abrió los ojos.

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