–¿No ha
venido? –, preguntó su compañera desde el puesto contiguo.
–No–,
respondió Resignación sin levantar la mirada de su libreta.
–¿Y de
cuánto fue el premio?
–150
millones–. No era la primera vez que tenía que decirlo
–¡Eso
es mucha plata! Ahí le hubieran tocado a usté por lo menos unos cinco
milloncitos de propina.
Resignación
aguzó la vista hacia las sombras que se proyectaban en contraluz sobre la acera
y entre ellas reconoció la sonrisa de Santiago.
–Un
Corcel Azul, Resi, y me lo apunta, por favor–. Ella se lo entregó y le pasó el
encendedor.
–Gracias,
linda, nos vemos más tarde.
Resignación
lo vio alejarse dando pasos de baile y echando el humo hacia arriba. “Si se
quiere casar conmigo va a tener que dejar de fumar”, pensó y apuntó un par de
zapatos de baile y una camisa de seda en la lista de cosas que iba a comprar
con el dinero del premio. “150 millones es mucha plata”, se dijo.
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