jueves

Ataque de pánico

Despertó con un grito ahogado. Una transeúnte lo ayudó a sentarse, sosteniéndolo con una mano sobre la espalda. Sus ojos parecían mirar algo que ya no estaba allí, su quijada temblorosa anunciaba una palabra imposible. Poco a poco más gente se fue reuniendo en torno a él, haciendo preguntas, ofreciendo hipótesis, compartiendo impresiones. Nadie lo conocía. No se sabía su nombre. “Viene del sur”, dijo alguien y su declaración fue desatendida por ser demasiado obvia. A los pocos minutos un policía atravesó el corrillo de curiosos ofreciendo su ayuda. Al ver la mano enguantada, los ojos del hombre se blanquearon y con un largo chillido volvió a caer desmayado.

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