Te juro
que no ha sido fácil. Suelo fracasar todo el tiempo, por lo menos la mitad de
las veces, tal vez más; dos de cada tres, digamos. Luego me es difícil pedir un
email, un número de teléfono o concretar otra cita; siempre espero a que la otra persona
lo haga por mí y, si no lo hace, paso varios días preguntándome qué pude haber
hecho mal.
Por eso
no salgo mucho, muy poco, de hecho, casi nada. O sí, sí salgo, pero lo hago
cerca de casa, siempre al mismo bar. A veces voy a otro que queda en el centro
pero por lo general prefiero el que está cerca de la Plaza de Abril al otro
lado de la ciudad, ¿lo conoces? No es muy bueno en realidad. Tampoco es malo,
supongo.
Por lo
general ando solo, excepto cuando voy con mis amigos. Me molesta un poco que
estén todo el tiempo conmigo y no sé cómo decirles que hay momentos en los que
preferiría no tener a nadie alrededor pero temo que se vayan y no vuelvan más.
¿Ves? Por eso han venido. Pero sólo es cuestión de apagar las luces y hacerlo
bajo las sábanas, te aseguro que es casi como si no estuvieran.
Escrito en el marco del taller virtual de microcuento de humor "Hazme reír, por favor" en la Escuela de Fantasía (http://www.escueladefantasia.com)
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