viernes

Cien años de ansiedad

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, habría de recordar aquel mensaje en su contestadora:

-    Hola, Javier, es tu madre. Llamaba porque necesito que vengas urgente a casa. Es importante. Llámame.

De haber llamado antes a lo mejor nunca hubiera atropellado a aquella anciana que llevaba en brazos a su nietecito, ni hubiera salido disparado antes de que llegara la policía; tampoco hubiera hecho girar de sopetón a cuatro coches, ni causado el accidente en la autopista al tratar de entrar en contravía al túnel para esconderse del helicóptero, el cual no se hubiera estrellado contra la colina y, entonces, no se habría desatado el incendio que acabó con casi medio pueblo, ni mucho menos hubiera quemado la mejor cosecha que la región había tenido en casi tres décadas, de modo que el gobernador no hubiera tenido que declarar la emergencia económica que se contagió a todo el país y llevó a la oposición al poder, dividiendo a la población y dando inicio a la guerra civil más sangrienta desde que a otro imbécil no se le ocurrió pensar que a lo mejor su madre era una exagerada y sólo necesitaba que alguien le explicara cómo carajos funcionaba la máquina de hacer hielo que su padre le había comprado para su cumpleaños.

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