Ayer encontré la caja con el plan de contingencia de
mi padre para el cambio de milenio. Todos pensábamos que era un paranoico y que
exageraba, como si en el fondo deseara que la catástrofe que tanto anunciaban
ocurriera de verdad. Por eso, después que el reloj tocó las doce y lo único que
estalló fueron los fuegos artificiales en el cielo, nunca nadie volvió a tocar
el tema. En la caja sólo había un par de velas y un libro de cuentos; al
abrirlo encontré escrito con su puño y letra: “Si todo falla y el mundo se
queda a oscuras, es mejor que tengáis algo para alimentar vuestros sueños.”
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