Hace
muchos años, cuenta la leyenda, un hombre llamado Aröuch desafió al dios
Deenherau y este, por castigo, lo desterró y quemó su casa. Temerosos, sus
vecinos construyeron un templo para la deidad vengativa, esperando que Aröuch
cumpliera su promesa de regresar algún día para liberarlos. Sin embargo, y esto
pocos lo sabían, el arquitecto del templo construyó en su interior un palacio magnífico
con fuentes, solares y jardines en el que vivieron ocultos, generación tras
generación durante años, sus descendientes. Cuando un día hubo una rebelión
contra los abusos de Deenherau, Zehnt-A-Vau, tataranieto del arquitecto,
decidió escapar con su familia durante la noche y mostrarse a la mañana
siguiente a las afueras del pueblo: “Yo soy vuestro salvador y he regresado
para liberaros” dijo, y con esto el templo colapsó ante la mirada atónita de
todos. Agradecidos, los habitantes del pueblo construyeron con los escombros un
palacio magnífico, con fuentes, solares y jardines, en el que los descendientes
de Zehnt-A-Vau vivieron felices, generación tras generación, durante cientos de
años.
miércoles
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