jueves

El sonámbulo


Sentado en el borde de la acera ocultó la cabeza entre las rodillas y se rascó la nuca con ambas manos.
Sólo había cerrado los ojos por un instante para pensar en ella; sin embargo, el calor de ese cuerpo imaginado fue más real que el cigarrillo que le quemaba los labios. En su sueño la había seguido hasta la puerta del apartamento y luego abajo por las escaleras. Al llegar al portal había intentado besarla pero su piel sudorosa se le resbalaba entre las manos. El ruido de las sirenas lo encontró parado frente al edificio ardiente, solo, con una mueca suplicante y una erección que se burlaba de las llamas. El fuego lo consumió todo en pocos minutos. Alzó la vista empantanada al cielo, encendió otro cigarrillo y se prometió a sí mismo, solemnemente, nunca más volver a fumar en la cama.

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