La miró como miran los gatos falderos a su
presa, con la crueldad del deseo domesticado.
La miró como miran los fantasmas a los
vivos cuando estos despiertan con el alba.
La miró como miran los indigentes su
reflejo en los cristales ahumados de los autos.
La miró como miran los condenados la
uniforme pulcritud del pelotón detrás de los cañones.
No se dio cuenta de que ella también lo
miraba a través del espejo en el fondo del bar.
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