Alcanzó
a verlo cuando el camión apenas estaba descargando. Hay que estar pendiente de
esas cosas para ser la primera en cogerlas: radios, juguetes, termos, hasta
joyas. Se acercó con disimulo, dando rodeos por entre las espaldas curvadas sobre
el montículo de bolsas negras. Recogió una lata aquí, una botella por allá, se
abrió paso entre los restos de lo que alguna vez fue un librero y un colchón
destripado. Una vez lo tuvo enfrente lo recogió, con disimulo lo envolvió en
los girones de su abrigo y se perdió por detrás de las máquinas que esperaban
ansiosas la orden de engullir. Cuando llegó a su rancho confirmó que aún
respiraba. Quiera Dios, pensó, que este sí dure.
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